domingo, 10 de junio de 2007

PARA LEER: Liderazgo totalitario


El síndrome de seis puntos:

Carl Friedrich, en 1954, caracterizó al totalitarismo en su obre: el carácter único de la sociedad totalitaria:

  • Ideología oficial, a la que se supone que debe adherirse todos enfocada hacia un estado perfecto de la humanidad
  • Partido único de masas conducido de ordinario por un solo hombre, organizado de manera jerárquica y superior a la burocracia estatal o confundido con ella
  • Monopolio casi completo del control y del uso efectivo de todas las armas de combate en manos del partido y de la burocracia subordinada
  • Control efectivo de todos los medios de comunicación masiva
  • Sistema de control policíaco de terror físico o psicológico
  • Control y dirección central de toda la economía (agregado por Friedrich y Brzezinski en 1956)

El líder:

El líder de un estado totalitario es elevado por la maquinaria de la propaganda a una escala desconocida para los tiempos modernos, hasta una posición no solo de líderes sino de líderes que supuestamente tienen cualidades que los sitúan muy por encima del nivel de hombres ordinarios.

Estos líderes carismáticos poseen aparentemente cualidades sobrenaturales o sobrehumanas, o por lo menos, específicamente fuera de lo ordinario que lo hacen parecer como un emisario de Dios o un líder predestinado. Mas allá de sus cualidades objetivas, es innegable la influencia extraordinaria que pudieron ejercer sobre grandes secciones de sus compatriotas por medios distintos de la persuasión racional.

Sin embargo, el carisma fue impulsado y complementado por un proceso preparatorio, prolongado de manipulación en que los oponentes son aterrorizados y silenciados, en que las decisiones se toman antes de las reuniones que supuestamente deben adoptarlas y se simula la unanimidad por una combinación de terror, intriga y teatralidad, donde el líder surge gradualmente como infalible e invencible.

Una vez que el Líder tiene el poder, el partido o el movimiento que le permitió alcanzar la prominencia se convierte en un rival potencial de s propio poder personal como cualquier otra institución. Estos líderes se esfuerzan, entonces, por destruir la naturaleza institucional de su partido, por subyugarlo, por trasformarlo en la mayor medida posible de una institución jerárquica dotada de vida política propia en una banda de seguidores obedientes.

La superioridad del líder sobre todas las instituciones incluso su propio partido o el estado es la esencia de su liderazgo totalitario: porque si el líder permite que una institución rival mantenga alguna clase de existencia independiente, estará corriendo un riesgo grave de derrocamiento.

Stalin entendía muy bien el peligro de las instituciones rivales. La formula política de la Unión Soviética o permitía ninguna exaltación oficial del Líder quien permaneció como el humilde secretario general del Partido. Aunque Stalin hizo grandes esfuerzos en privado para lograr que se satisficiera en publico su desaforada vanidad y su voraz apetito de alabanzas, su estilo oficial fue siempre el de u modesto servidor del partido.

Saborido, Jorge. Interpretaciones del fascismo. Buenos Aires, Biblos, 1994. pp 77-82

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